talking shit

Bávaro es un campo. Está muy bien para aquel que no tiene familia, que no le importa desaparecerse por un buen tiempo de su circulo para volver con dos o tres pesos en los bolsillos. No es que me queje pues tengo un buen trabajo, pero a medida que gano mas, mas deudas tengo. Ahora ando en un lio de cuatro gomas color rojo. Tiene A/C, AWD, ABS, ARS, APS, AFP y un reguero de siglas que aún no logro descifrar. Este odio a vivir en lugares rurales lo adquirí cuando era adolescente. Mi padre era Asesor Económico para la ONU en Desarrollo de paises pobres y Asesor Económico para los G-7 en paises con economias emergentes y viviamos en diferentes ciudades muy avanzadas.

No es lo mismo Tokio, Singapur, Shangai, NY, Barcelona, Santiago (Chile), Buenos Aires, Rio y demas ciudades que aparecen impresas en las bolsas de tiendas caras que Santo Domingo, por desgracia a mi padre le pareció espectacular comprar 5,000 tareas de tierra en Cambita, San Cristobal, y construir una casa para vivir como un rey el poco tiempo que el queda de vida. Yo opté por aprovechar las conexiones de mi familia para trabajar como VP de Mercados Foraneos para World Trans LTD. Lamentablemente me tocó estar en este campo con playa. Tengo que tener contento y monitorear a ciertos pejes gordos que financian a una estación de abastecimiento de gas natural a dos millas de la costa, vaya proyectito.

Esos son cosas que no vienen al tema. Les cuento que hace tres días recordé una vez que fuimos a un viaje de la familia a visitar a una tia-abuela de mi padre. Su casa tenía mucho concreto para ser una vivienda campestre. Algunos de mis familiares de mi edad, se asombraron cuando vieron mis walkman, por Dios, se asombran por idioteces. Los tios y primos de mi padre no paraban de hablar con ese acento tan, pero tan cibaeño, ei pipo, la creta, ei fuí, cuanta falta de clase.

Allá en un rincón, cerca de la tinaja, cerca de ese chivo flotando en grasa, estaba una jovencita que me parecio de lo mas coqueta. Creo que su timidez me llamó mucho la atención. Me acerqué y me pareció gracioso el hecho que ella no hablara como sus compueblanos. Hablamos horas y horas de literatura, ciencias, religión, de su familia y la mia. Para ser una campesinita, me encantó salir a caminar entre los naranjos y las matas de cerezas. Me comí un mango en su estómago, dejé chorrear un limón dulce en su boca y comí pedazos de guayaba alineados a los largo de su infinita espalda. Por primera vez vió un condón.

Les cuento esto porque me pareció gracioso que ella se despidió de mi con un beso, justo despues de haber comido del chivo. Sus labios estaban grasosos y todo el camino de regreso a casa trataba de limpiar con la camiseta ese rastro de ensalada verde, de condimentos, de arroz blanco, de fogón, de campo.