Tuesday, February 26, 2013

Rutina.

Mi madre se ha despertado en la misma cama por 6,000 días seguidos. El sol le ha golpeado la cara, digamos, más de la mitad de todas sus mañanas.  Ha pensado en sus hijos, en su esposo, en su madre y quien sabe en quien más, seis mil veces seguidas.  Yo le he dado desde hace 3,285 amaneceres,  otra persona más en quien pensar.  Seis mil días que abre la puerta de la casa y observa absorta a una ciudad que devora vidas.  Se lleva la felicidad de los jóvenes, la inocencia de los niños, el entusiasmo, la perseverancia, la fe.  Seis mil días seguidos.

Creo que la mitad de ese tiempo la ha pasado regando las plantas de su balcón, la otra cortando las flores que se marchitaron.  Una mitad contestando el teléfono, la otra escuchando Radio Santa María.  Una mitad saludando a los vecinos, la otra orando por ellos.  Me atrevo a asegurar que seis mil días abriendo la nevera.

Mi madre sonríe poco, se preocupa mucho.  La he visto poco llorar, muchas veces refunfuñar.  Han sido seis mil días haciendo café, seis mil días viendo un cuadro de la virgen, ese que está en el pasillo.  Seis mil días recordando su niñez en Bonao, mil quinientos extrañando a su padre.

Hoy voy a casa a comer, sentarme en la misma silla de siempre, preguntarle: Qué hay de comer? Y ella responderme molesta, una vez más: Comida Alfonso, comida.