Hospitalidad

Los turistas que visitan nuestras carceles de comida reciclada, perdon, los hoteles todo incluido, se sienten felices, brincan de la emoción, es que somos un país con un calor humano único y unos precios dificiles de igualar: 1,359.99 euros, pasaje incluido, por una semana de sol, aren, mar y Normandí. Una obesa española camina en la playa de mano de un ejemplar tercermundista que ha pasado mucho trabajo en esta media isla prestada. Ella, cajera de un banco, admira el abdomen marcado y el look rastafari de Pedrito, quien en un mal hablado español le dice: Eta playa tan bella y helmosa, no se compara con tu helmosa piel y ete helmoso sol no e ma helmoso que tu sojosazule.

Pues bien, somos un país que halaga a quien nos visita, nos preocupamos por que todo esté bien. En el aeropuerto Pedrito fue a despedir a su foca, digo, freezer industrial, digo, a su españolita. Se ganó una cámara, seis t-shirts i love Punta Cana, una gorra del Hard Rock Café, trescientos euros y unas gafas Ray-Ban que son de mujer, pero que mas da, a él no le importa es parte del flow. En el avión, con nostalgia, la foca, coño, perdón, la española recuerda los atardeceres y las veces que Pedro le decia te amo. Ella no es tonta, ese es el precio que debía pagar por tener un miembro descomunal entre sus piernas y un aguante que en España no se ve. Lo incómodo de esta efímera relación, según ella, fue tener que aguantar a Pedro haciendo sus necesidades en el baño y que éste dejara la puerta abierta. Para Pedro, lo incomodo fue bailar con ese manatí que no entiende el uno, dos, brinquito, uno, dos, brinquito de la bachata.