Sin titulo

La mañana huele a limones dulces, no he salido de casa y ya siento emoción de llegar al campo y descansar. Siempre he sentido un gran vacio en esta ciudad tan llena de concreto y cables de energía electrica, aunque el cobre extraña el calor de su corriente. Hice mi paquete de fin de semana: Un tubo de pasta dental, un cepillo de dientes, una pasta de jabón, dos toallas blancas, dos t-shirts, llevo el celular para que me manden los resultados de la pelota en un mini-mensaje, ojalá pierdan los Yankees, i hate them.

Llegué a la casa y le dije hola a Don José quien ha cuidado la casa desde que mis padres la construyeron. Llegué el viernes en la noche y dormí desnudo en la cama luego de haber cenado yuca hervida con huevos criollos revueltos, salgo barato me dijo la muchacha que me iba a cocinar durante el fin de semana. Me levanté temprano, la casa no huele a limón dulce pero si a tierra negra y despues que te quedas un rato con los ojos cerrados sientes en tu nariz la efervescencia del mar.

Salí a caminar y tratar de llegar a pie a la playa. El camino es ancho y de un caliche blanco hueso, la lluvia de anoche evita que el polvo se levante y se lleve los chismes del pueblo. A escasos metros de la playa está una iglesia pintada de rosado. Tiene escrito a mano un verso de la biblia en una de las hojas de la puerta frontal: "El Señor es mi pastor, nada me falta; en berdes pastos me hase dezcansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuersas. Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre. Aun si voy por valle tenebrosos, no temo peligro alguno porque tu estas a mi lado; tu bara de pastor me reconforta. Dispones ante mi un banquete en presencia de mi enemigos. Has unjido con perfume mi cabesa; has llenado mi copa a rebosar. La bondá y el amor me seguiran todos los dias de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre." Me pareció jocosa la cantidad de faltas ortográficas y me sorprendió mucho más que la palabra guía estaba bien escrita, entré con el fin de avisarle a alguien mi observación, altaneria citadina. Estaban en medio de la misa, me dio verguenza devolverme, me senté en el último banco. No sentí ninguna presencia, ningún espíritu santo, pero me sentí abominable cuando vi con mucha morbosidad las piernas forradas por unas medias largas y finas como las que usan algunas secretarias de la oficina allá en Santo Domingo. Sentí una mirada incómoda, era el crucificado que me decia: Aquí no panita, aquí no. Salí despues de podemos ir en paz. Aplaqué el calor con agua de coco y cerveza bien fria, comi pescado en la playa, estaba tan fresco que juraba que lo escuchaba quejarse del anzuelo.

En el pueblo escuché un mensaje dejado en el celular: Bostón ganó, Bostón ganó, los Yankees no fueron barridos, hoy hay juego palomo, sal de ese maldito campo. Se acabó el fin de semana y tomé mi carro y los t-shirts que no me llegué a poner, la pasta dental, el cepillo de dientes. En Nagua me di cuenta que olvidé las toallas y que también tenia dos días sin usar desodorante y no tenia ropar interior.