La viuda Flor

Vive frente al mar y se desayuna una fresca brisa aderezada de yodo. Florencia es la única mujer que vive de la pesca en Bayahibe. Su esposo murió ahogado junto a Jean Pie, su ayudante. Esa tarde en medio de un mar picado Jean Pie cayó al agua, Amanció saltó para rescatarlo, murieron los dos. Amancio no se pudo safar cuando Jean lo agarró desesperado y se hundieron los dos en lo profundo del mar, Jean no sabia nadar, pero si sabia confeccionar redes de nylon, limpiar el carburador del motor fuera de borda Yamaha de setenta y cinco caballos de fuerza y reparaba la yola cada vez que el mar la maltrataba.

Flor aprendió de su difunto marido el arte de vivir de lo que el misterioso mar ofrece. Con esto mantenia a seis hijos que la pareja habia procreado. En las tardes de poco peces pescados lloraba la ausencia de Amancio. Acariciaba la yola tratando de sentir la presencia del espiritu de su marido, de sentir el alma dejada noche tras noche en las aguas oscuras del Mar Caribe.

-Papi, me haces falta, carajo, por las noches duermo sola, es que te espero, espero que estas aguas te traigan de vuelta, que te hagan dormir de nuevo a mi lado, te espero como las tantas veces que te esperé en mi cama, deseando tu mano aspera que me lijaba la piel, tu aliento a ron de caña, ay papa Dios, traelo de nuevo, aqui mismito, en esta yola y pon el mar picao picao para soltarle el motor y perderme con el en estas aguas oscuras y hacerlo hasta que se vire esta vaina y un tiburón nos coma, chin a chin. No te preocupes por mis hijos, que le pegue fuego a la choza con ellos adentro, mañana nos juntamos en el paraiso, una paraiso lleno de nisperos, de chivos sueltos, de matas de guayaba y oregano, Bayahibe me tiene jarta.