Baitoa era un campo muy urbanizado. Todos los negocios y servicios, la farmacia, los almacenes de mercancia, la heladeria, la iglesia, el destacamento policial, estababan alrededor del parque. Desde ahí salian varios caminos que conducian a las lomas donde vivian las diferentes familias que fundaron el pueblo. La casona de mi Abuelo quedaba al final del camino, allá en lo mas alto de la montaña.
Yo estaba feliz viviendo en Baitoa, era nieto de Don Marinito, un personaje muy querido por la cantidad de trabajo que ofrecia a la gente en sus fincas. Esto me convertia en un privilegiado del pueblo, cuando regresaba de la escuela las señoras me saludaban desde sus balcones y me invitaban a tomar una batida le lechoza, eso era un honor, las licuadores solo se usaban para invitados especiales que venian de la ciudad.
Todos los sábados ibamos al lago de la presa a bañarnos, era hermoso, como los paisajes de los rompecabezas de mil piezas que siempre dejaba a medio terminar. De regreso nos metiamos en la finca de los Pérez a comer mangos y tumbar tamarindos con un tirapiedras. Era el mas joven del grupo pero ellos me protegian, no se si lo hacian porque sus padres trabajaban para mi abuelo. Aprendí a armar chichiguas, a fabricar trompos, a cambio yo les dejaba montar mi bicicleta.
Mi padre, un día de abril cualquiera, nos dijo que nos mudariamos a la ciudad. Santiago me parecía mas campo. No tenía fiestas patronales, no habian muchachitas que se dejaban tocar, no habian caminos infinitos para montar bicicleta, ni matas de mango en las cuales colgarme con las piernas. Nos mudamos en un apartamento de 196 m2, un estuche. Las ventanas tienen hierros, hay que usar aire acondicionado y no conozco a mis vecinos.
En el autobus escolar miro por la ventana los carros de la ruta M, las señoras vendiendo verduras, los vendedores de quiniela, y allá, en la casa blanca con amplio balcón, Flora me hace señas con las manos, que venga a tomarme un juguito, que aproveche que hay luz y una lata con hielo.
Yo estaba feliz viviendo en Baitoa, era nieto de Don Marinito, un personaje muy querido por la cantidad de trabajo que ofrecia a la gente en sus fincas. Esto me convertia en un privilegiado del pueblo, cuando regresaba de la escuela las señoras me saludaban desde sus balcones y me invitaban a tomar una batida le lechoza, eso era un honor, las licuadores solo se usaban para invitados especiales que venian de la ciudad.
Todos los sábados ibamos al lago de la presa a bañarnos, era hermoso, como los paisajes de los rompecabezas de mil piezas que siempre dejaba a medio terminar. De regreso nos metiamos en la finca de los Pérez a comer mangos y tumbar tamarindos con un tirapiedras. Era el mas joven del grupo pero ellos me protegian, no se si lo hacian porque sus padres trabajaban para mi abuelo. Aprendí a armar chichiguas, a fabricar trompos, a cambio yo les dejaba montar mi bicicleta.
Mi padre, un día de abril cualquiera, nos dijo que nos mudariamos a la ciudad. Santiago me parecía mas campo. No tenía fiestas patronales, no habian muchachitas que se dejaban tocar, no habian caminos infinitos para montar bicicleta, ni matas de mango en las cuales colgarme con las piernas. Nos mudamos en un apartamento de 196 m2, un estuche. Las ventanas tienen hierros, hay que usar aire acondicionado y no conozco a mis vecinos.
En el autobus escolar miro por la ventana los carros de la ruta M, las señoras vendiendo verduras, los vendedores de quiniela, y allá, en la casa blanca con amplio balcón, Flora me hace señas con las manos, que venga a tomarme un juguito, que aproveche que hay luz y una lata con hielo.
10 comments:
Pues nos vamos para Baitoa?
baitoa, nunca estuve ahi...hay se me aguan los ojos al tu mencionar los carros de la ruta M (la ruta de carro publicos mas larga, creo) hehehe
Hola:
Paso a saludar y agradecer tu visita a mi blog.
Un saludo
Hola Alf!! Creo que Carmen Rosa hace una muy pregunta, ya hemos visto muchos post de Baitoa por aca, buenos recuerdos alla al parecer!!! Te pones nostalgic!!!
Yo fui a Baitoa una vez, solo recuerdo un parquesito frente a la casa que visitaba. Creo que esa calle era el pueblo entero
Donde queda Baitoa?, me imagino que debio ser una experiencia inolvidable vivir en el campo
es increible como los niños ven mas alla, la felicidad en las simplezas. claro, para el adulto es mas practico irse a la ciudad, posibilidad de desarrollo, mejor calidad de vida... y entonces es que te tienes que definir lo que es eso de 'calidad de vida'... happy childhood! :)
coroblooo! :P
y del post... k cosa k parte del "progreso" inclusha el aislamiento de las personas...
por mas k digan, en eso me gusta mi paisitow musho mas... aki por lo menos se mantiene mas calidez y humanidad k en algunas desas sociedades mas "desarrolladas".
a smile for u! :D
Gallo el campo de uno es inigualable , vuelva pa Baiytoa de vez en cuando .
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