Nadi Hayiería se acerca lentamente a un mercado. Es domingo y muchas familias se encuentran comprando frutas frescas, ropa, artesania. Niños juegan con niños, no les importa mucho lo que los adultos piensen o digan, la inocencia les canta al oido: Israel Betaj baShem, Israel confia en Dios. Nadi dice en voz baja Palestina también.
Busca las columnas centrales de el edificio que alberga un salón gigante con muchos restaurantes pequeños, food court como dicen los gringos. Tiene entre sus dedos el gatillo para detonar 63 libras de TNT, suficientes para matar al menos a todo el mundo. El sabe que mañana helicopteros israelies bombardearan a discreción su pueblo, hoy otros padres llorarán la muerte de sus hijos. Se le acerca una niña, seis años al menos, y le pregunta por qué llora.
En ese instante suelta el detonador y se sienta en una silla alejado de la multitud y se queda pensando en sus dos hijos y su esposa embarazada muertos por un misil mientras estaban en su casa, en un instante perdió todo, su casa y su familia. Cuestionó si era necesario ir montarse en un bus, o entrar a un cine, o a un hospital y en nombre de Alá vengar a su pueblo. Cuestionó si era justo tumbar las torres gemelas, o derrumbar un puente. LLoraba desconsolado. En el restaurant el Sol de David un programa de noticias transmitia las declaraciones de Condolezza Rice diciendo que por el bien de la gente del Líbano, no se puede aceptar un alto al fuego que no sea sostenible en el tiempo.
Nadi Hayiería se acerca a la niña que minutos antes le había hablado, se arrodilla y de su bolsillo saca un caramelo, la abraza y le dice en el oido estos son tiempos malos pequeño angel, Israel Betaj baShem, Palestina Betaj baShem y detona toda su carga de dinamita.
Busca las columnas centrales de el edificio que alberga un salón gigante con muchos restaurantes pequeños, food court como dicen los gringos. Tiene entre sus dedos el gatillo para detonar 63 libras de TNT, suficientes para matar al menos a todo el mundo. El sabe que mañana helicopteros israelies bombardearan a discreción su pueblo, hoy otros padres llorarán la muerte de sus hijos. Se le acerca una niña, seis años al menos, y le pregunta por qué llora.
En ese instante suelta el detonador y se sienta en una silla alejado de la multitud y se queda pensando en sus dos hijos y su esposa embarazada muertos por un misil mientras estaban en su casa, en un instante perdió todo, su casa y su familia. Cuestionó si era necesario ir montarse en un bus, o entrar a un cine, o a un hospital y en nombre de Alá vengar a su pueblo. Cuestionó si era justo tumbar las torres gemelas, o derrumbar un puente. LLoraba desconsolado. En el restaurant el Sol de David un programa de noticias transmitia las declaraciones de Condolezza Rice diciendo que por el bien de la gente del Líbano, no se puede aceptar un alto al fuego que no sea sostenible en el tiempo.
Nadi Hayiería se acerca a la niña que minutos antes le había hablado, se arrodilla y de su bolsillo saca un caramelo, la abraza y le dice en el oido estos son tiempos malos pequeño angel, Israel Betaj baShem, Palestina Betaj baShem y detona toda su carga de dinamita.