Monday, March 31, 2014

Cosas que se comparten

Desde mi habitación veo el patio de esa casa castigada por el tiempo y el poco dinero.  La grama es maleza y una silla de plástico apoyada a la pared porque le falta una o dos patas, de aquí no se distingue bien.  He visto en ese patio a varios manganzones fumando hierba o yerba, no se cuál sería el término apropiado (Recuerdo una vez una charla en el colegio sobre drogas y la encargada, una ex adicta al crack, mencionaba perico, piedra, pipa, merma, papelitos, grasa y yo en el aire).  He visto a una jovencita en pantalones cortos muy cortos acostada en la grama, de noche, mirando las estrellas, con una blusita corta bien corta y sus pezones grandes muy grandes marcados.  He visto a un señor orinando una borrachera.  He visto sábanas de muchos colores tomando sol.

Parece que la tragedía llegó a esa casa en forma  de que esa muchacha que se acostaba en la grama a ver las estrella dejó de respirar un día.  En los días siguientes al suceso no podía dormir por los gritos desesperados de la madre.  Lllamaba a su hija, le preguntaba al todo poderoso por qué se la llevó, culpaba al marido borrachón.  Imploraba que la partiera un rayo.  Esa escena se repitió por muchos días, tantos que perdí la cuenta, tantos que un día no volvió a pasar.

Estaba en mi cama mirando al techo, admirando mi abánico KDK girar y girar sin quejarse; preguntandome si existe algún reporte sobre accidentes provocados por un abánico que se cansó de dar vueltas.  Mierda tu maldita madre, no me vas a dejar descansar, que es tanto calor que tú tienes!!  Bañate mamañema!!!!  Ponme en tres por lo menos!!! No? pues atiende ahora.....  De repente un sollozo me saca de mi delirio.  Y sigue, no para, la silla de tres o dos patas aguanta a la madre, que en voz baja pregunta por su hija que dónde está, que por qué se fue...Vuelve, vuelve hija mía, exclamaba entre lagrimas y moco.  Con un dolor en el pecho, con un dolor en el lado izquierdo de la cabeza, con las articulaciones entumecidas, meciendo su cabeza, dándose en el pecho, pidiendo perdón.

Y así pasó el siguiente viernes y el otro y el siguiente.  Yo la veo por mi ventana y siempre derramo una lagrima. Mi dolor y el de ella no es el mismo, pero la entiendo y lo comparto. Ella allá, yo aquí, todos los viernes.  Ella se aferra a su patio lleno de maleza, ese donde, creo que Alejandra se llama, se acostaba por las noches de cielo lleno de estrellas.  Ahí conversa con ella, ahí le dice que la extraña, que por qué no le habla, que cuando la verá de nuevo.  Yo aquí bajo el piadoso KDK, pasando mis dedos por una foto arrugada, me pregunto lo mismo.